jueves, 21 de febrero de 2013

ENCONTRAR NUESTRA ESENCIA. Por Paola Rives.


Miedo, ese gran enemigo conocido. Algunas veces miedo a sufrir, otras miedo a la felicidad. Miedo a caminar o miedo a quedarnos estancados. Siempre temerosos, temerosos de dios, temerosos de la humanidad, temerosos de la naturaleza, temerosos de las sociedades, incluso temerosos del universo.

Cuánto puede durar una vida? Qué proporción exacta crees que llegará a abarcar tu vida? Quizás no sea más que un suspiro en ese letargo de terror al que te sometes, quizás sea tan larga como se extienden las horas frente a un abismo de carencias. Cerramos nuestro corazón, cerramos nuestra mente y hasta cerramos nuestros muslos al gran enemigo de la vida que, al igual que el dios todopoderoso, lleva la marca de la creación humana.

El miedo es un estanque prístino donde navegar en círculos. Un disfraz de pacificación que nos mantiene atados a la monotonía, al hastío e incluso al odio. Pero la vida fue creada para andar, desde la primera criatura que desarrolló movilidad y pulmones para salir del agua y comenzar su sendero en la tierra. Son nuestros dedos tijeras fuertes con las que cortar los hilos de la represión. Nuestras piernas están hechas de acero, si confiamos en nosotros mismos volverán a albergar nuestros muslos el fuego del amor, aprenderá nuestro corazón a dar y recibir paz.

Por muy manida que esté esta frase "nunca una noche venció a un amanecer". Dejemos que nuestros aullidos se alcen hacia la madre luna, dejemos que nuestra piel se caliente con el sol de un nuevo día y lo más importante, aprendamos a escuchar nuestra naturaleza, aprendamos a caminar.

LA ESPADA VICTORIOSA SOBRE EL MIEDO, 
SIEMPRE A FAVOR DE LA VIDA.

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